DOC. 463 PAN-EUROPE 717 Pan-Europa, por Alberto Einstein Europa forma, no obstante sus disensiones políticas, desde la antigüedad, una unidad espiritual. El americano, sobre todo, a quien Europa se muestra en sus manifestaciones intelectuales y económicas, comprende que nuestro continente a pesar de todos los individualismos y egoísmos nacionales. lleva una vida común e internacional, de modo que las complicaciones bélicas han de parecerle como algo insensato, como un suicidio. La historia del espíritu europeo muestra que las diferentes naciones del continente se han fecundado siempre mutuamente. Las grandes fuerzas espirituales que en los diferen- tes siglos influyen, en diversas formas, en la vida de la ciencia y del arte, no se preocupan de las fronteras políticas. La multiplicidad de las manifestaciones nacionales y de sus caracteres individua- les culmina en cada época en la idea europea que se renueva constantemente. Es por eso natural que desde hace siglos aquellos espíritus dirigentes de Europa, que se percata- ron de la unión qué existe entre la vida cultural de su país respectivo y la de los demás países del con- tinente, se hayan dado también cuenta de la insensatez de situaciones que amenazaron y destruye- ron los más altos valores de esa parte del mundo y que fueron creados por un atavismo dificilmen- te comprensible para un no europeo. Que las grandes guerras europeas hayan sido causadas por egoís- mos dinásticos o económicos, en todo caso tales guerras no afectaron la esencia de las naciones ni su valor, su misión espiritual verdadera, ni su peculiar individualidad dentro de la comunidad europea. Aunque independientes de una política pacifista especial, son por eso pacifistas casi todas las gran- des personalidades de la historia intelectual de Europa lo son por su naturaleza, por la lógica íntima de su labor lo son porque tienen un concepto claro del espíritu europeo y del deber que les incumbe. Mas muchos de ellos no se contentaron con este pacifismo natural, sino que pasaron a la política práctica. Deseo recordar al abad francés de Saint Pierre, que hacia 1715 propuso que los Estados eu- ropeos se unieran en una Liga de paz eterna. Kant, por su parte, formuló en el segundo articulo de su obra sobre "La paz eterna", la siguiente proposición: "El derecho internacional debe tener por base el federalismo de Estados libres". Considerada en su vida espiritual, Europa ofrece un cuadro muy distinto del que vemos cuando la contemplamos en la politica de fuerza y de intereses de los diferentes Estados. Precisamente en aque- llos países en que la ambición sin responsabilidad de las dinastias o de algunas castas predominantes se desarrolla en la forma más patente, existía en la mayor parte de los casos un pronunciado contraste entre los que ejercían el poder y los hombres dirigentes de la vida cientifica y artística. Éste contras- te no se explica sólo por la diversidad de los intereses, sino que emana de aquella delicada raíz psicoló- gica de la cuál surgen las personalidades intelectuales que son "buenos europeos" (en el sentido de Goethe y de Niezstche) y que se dan cuenta de la ridiculez de un patriotismo mezquino que desearía hacer cesar más allá de la frontera del Estado hasta la vida hiperpolítica. En nuestra época, sobre todo, después de las terribles experiencias de la guerra mundial, la idea de la comunidad europea despertó a nueva vida, y probablemente con mayor intensidad en Alemania y en Francia, las dos naciones europeas que. acaso más que otras, - y esto no obstante sus seculares dife- rencias políticas - se han fecundado mutuamente en el terreno espiritual. Mas hay algo nuevo que permite cierto optimismo con respecto ai porvenir de Europa: es posible que la psicología y la men- talidad del “buen europeo” den origen a una nueva política. La Liga de las Naciones, por fragmenta- ría que sea hasta ahora por su forma y por la labor que tiene realizada, es la primera tentativa que en la historia de Europa se hace para poner en práctica la idea de la solidaridad europea. Pero la Li- ga no se ha librado aún de las antiguas relaciones de poder y agrupaciones de potencias de Europa. No podrá conjurar el peligro que una Europa dividida entraña para el mundo mientras no se le hayan in- corporado Alemania y Rusia. No ha encontrado aún un método para unir el conjunto europeo por lo que le es peculiar, y por eso no pudo colocar a Europa al nivel de los países no europeos. La idea de la Liga de las Naciones tuvo últimamente un complemento fecundo en el movimiento paneuropeo, creado por el conde Coudenhove-Kalergi. Dicho movimiento se inspira en la comunidad de los intereses y en la mentalidad del continente. Mas me parece que el programa y los métodos del joven fundador del mo- vimiento son demasiado constructivos y simplifican con exceso. El fin que anhela el programa, da a me- nudo, cuando lo formulan políticos idealistas, como resueltos los problemas prácticos y teóricos. Una ta- rea de tantas dificultades como la de unión de Europa no se deja simplificar en una forma constructiva, sino que hay que aclarar y consolidar cada pormenor complicado. Así y todo, la idea europea progresa. Ya no la manifiestan sólo pensadores idealistas, sino también hombres políticos, como, por ejemplo, se puede ver por diferentes discursos del presidente del consejo fran- cés. Esta idea tiene que dominar el porvenir de Europa, y lo dominará y preparará el camino para la Unión Paneuropea si el continente no quiere excavar su propia tumba. A vosotros, los americanos, os parecerá extraño que habie siempre de Europa cuando se trata de un asunto que interesa al mundo entero. Mas es fácil tender la mano sobre la base del derecho al compañe- ro lejano es difícil armonizar con el vecino que evoca el recuerdo de innumerables roces y conflictos que tuvieron por causa la vecindad. Acuerdos consolidadores entre los vecinos deben por eso preparar el régimen de la justicia en el mundo entero. Hay que agregar otra consideración. Sin la unión de Europa no habrá una Liga de las Naciones real- mente universal. Pero la unidad política de Europa se obtendrá forzosamente cuando se hayan adheri- do a la Liga todas las naciones de América, las que no tropiezan con grandes dificultades para adherir- se a la gran comunidad. porvenir de la historia está, desde este punto de vísta en manos de Amé- rica. [1] [2] [3] [4] [5] [6] (Especial para LA PRENSA)
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