APPENDIX F LECTURES AT THE UNIVERSITY OF BUENOS AIRES The series of eight scientific lectures was published in the 29, 31 March, 2, 4, 7, 16, 18, and 21 April 1925 issues of La Prensa. El profesor Einstein inicio ayer su ciclo de conferencias [28 March 1925] Comenzaré por mostrar el estado de los conocimientos de la óptica antes de la teoría de la relatividad. Durante largo tiempo se tuvo la certidumbre de que la luz consistía en un pro- ceso oscilatorio elástico de una sustancia denominada éter.Era menester suponer que tal materia empapaba por igual todas las partículas de los cuerpos, lo que planteaba la cuestión de cuál era la influencia del desplazamiento de éstos sobre el estado de su movimiento. En aquel entonces eran admisibles dos hipótesis. Lo más simple era suponer que el éter participa de todos los movimientos de la materia ponderable en que se encuentra. Este pun- to de vista fué desarrollado, lógicamente, por Hertz. H. A. Lorentz, en cambio, lo supuso absolutamente inmóvil y con la sutileza de su genio estableció la teoría matemática perti- nente. Son esos los pensamientos posibles “a priori” a la vez que los más simples, concernien- tes a la cuestión planteada. Era también concebible que los movimientos del éter fuesen di- ferentes que los de la materia, en cuyo caso era menester establecer qué relación de dependencia los ligaba. Está claro que una teoría de esta última naturaleza era complicada y requería hipótesis especiales. Las experiencias prueban que la suposición de Hertz no traduce la realidad. Abundan las experiencias que confirman esta aseveración. Mencionaré que, debida al eminente físico americano [Rowland], el cual comprobé que cargas eléctricas existentes sobre una corona metálica adherida a un disco aislador que giraba airededor de un eje normal que pasaba por el centro de aquel, creaba un campo magnético. La electricidad estaba impedida de moverse relativamente al conductor por incisuras ra- diales practicadas en él. La existencia de aquel campo prueba que las cargas eléctricas se desplazan respecto al éter, y su valor coincide con el que se obtiene, mediante cálculos sen- cillos, suponiendo que aquella sustancia hipotética no es arrastrada, en lo más mínimo, por el cuerpo en movimiento. Según ésto, el éter permanece, pues, en completo reposo. Existe, por otra parte, una experiencia—quizá la más fundamental para la teoría de la relatividad
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